El circo es un entretenido espectáculo y los payasos un noble
oficio para hacer reír. Por eso hay que entrecomillar lo que pasó en la sesión
costitutiva del Congreso, ya que ni fue un alegre pasatiempo ni hizo ninguna
gracia.
Nos encontramos simplemente ante una lamentable situación en
la que unos diputados, los de Podemos, van a intentar aprovechar y forzar cada
situación para conseguir cada minuto de publicidad gratuita que puedan en las
televisiones españolas, conscientes de que eso es lo que les ha llevado a donde
están y que eso mismo será lo que les puede aupar a donde quieren llegar.
Han llegado al corazón del sistema democrático español con un
solo objetivo, el de reventarlo desde dentro, y en ello van a poner todos sus
mejores esfuerzos. Categoria política no tienen, como ya quedó sobradamente
demostrado en el pasado y confirmado en el presente, pero a través de sus
"payasadas circenses", perfectamente calculadas y preparadas con
anticipación, buscarán suplirla de sobra con gestos completamente vacíos de
contenido con la meta de seguir engañando a aquellos que se lo permitan.
Se ha visto también un Podemos donde no se produce el menor
debate político de calado y enganchado a la conspiranoia más grotesca: pese a
lo que pretenden hacer creer a esos militantes que toman por imbéciles, ni
Cristina Cifuentes ni el Ibex 35 tienen otra cosa mejor que hacer que maniobrar
para impedir que el especulador Espinar se imponga a la condenada Maestre. Lo
más probable es que el escándalo del pelotazo inmobiliario del secuaz de
Iglesias haya sido lo que se denomina fuego amigo, tan frecuente en la vida
interna de los partidos como –a diferencia del que se registra en los campos de
combate– nada involuntario.
Las palabras gruesas de la semana pasada dieron paso al
insulto y a la descalificación entre las dos principales fracciones que se
disputan el poder en el seno de Podemos.
A poco menos de tres años de su constitución el partido
morado se homologa con la práctica consustancial de los partidos sistémicos
burgueses, donde la ausencia de debate político e ideológico es sustituida por
la confrontación entre las camarillas burocráticas para controlar el aparato y
las finanzas.
El espectáculo televisivo y en la red de guerra abierta entre
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón dio paso a la confrontación directa entre sus
principales cuadros, amplificada por los mismos medios que promovieron a la
fuerza chovinista y populista socialdemócrata española.
De esta manera salta por los aires buena parte del discurso y
retórica (“relato”, en jerga posmoderna) de la mal llamada “nueva política”
sobre el pluralismo y la transversalidad.
El riesgo de fractura interna entre ambas corrientes –
diferenciadas por su táctica de mayor énfasis socialdemócrata, política de
alianzas con el PSOE junto a fuerzas de ámbito nacional y presencia en la calle
– está directamente vinculado con el Congreso de febrero de 2017. Pese a todo,
el divorcio no será inmediato porque ambas fracciones de momento continúan
necesitándose mutuamente para consolidar en las próximas elecciones el
“sorpasso” al PSOE y cumplir el rol de principal partido de la oposición en la
democracia burguesa hispana.
Podemos perdió con gran rapidez buena parte de la frescura de
lo “nuevo” que fascinaba a los segmentos sociales pequeño-burgueses,
semiproletarios y desclasados que creyeron en las milongas del “Coletas” de
soluciones fáciles, inmediatas e indoloras para situaciones complejas y
prolongadas que requieren sangre, sudor y lágrimas si nos referimos al cambio
social, a la Revolución.
El desgaste de Podemos y su más que probable ruptura interna
a medio o largo plazo, cuando una de las dos fracciones considere prescindible
a la otra en la lógica electoral, es una buena noticia para el comunismo
revolucionario, pues contribuye a facilitar el des enmascaramiento de las
falacias sobre las que se lleva construyendo y reconfigurando el proyecto
rupturista bajo la dirección y orientación obrera.
Personalmente creo que, a pesar de los pesares, la democracia
española, con todos sus defectos, es lo suficientemente fuerte como para
soportar las acometidas de esta gente. Pero de lo que sí estoy convencido es
que van a dar más de un dolor de cabeza político antes de que los votantes los
acaben mandando al sitio de donde nunca debieron salir, a la irrelevancia
política más absoluta.
DESDE LUEGO NO HAY NADA COMO PROBAR MOQUETA Y POLTRONA PARA CONVERTIRSE EN LA MISMA CHUSMA PARLAMENTARIA.